martes, 8 de abril de 2014

Nuquí, un pueblo que crece al ritmo del nado de las ballenas.

En medio de un paisaje de abundancia natural, en el que la selva colombiana se funde con el Océano Pacífico, los habitantes de Nuquí, Choco,  encontraron en la visita que anualmente les hacen especies como ballenas, delfines, tortugas y aves, su principal oportunidad de crecimiento y una llave de acceso al tan anhelado bienestar.

Este santuario natural de fauna y flora, es un paraíso biodiverso escondido en medio de la espesa selva. Desconocido por muchos y subvalorado por otros, Nuquí, es uno de los municipios del occidente colombiano, que tienen el privilegio de albergar en sus costas a ilustres visitantes como las ballenas jorobadas que viajan, aproximadamente 8.500 kilómetros desde la Antártida,  en busca de las cálidas aguas del Pacífico, en las que llevan a cabo actividades básicas para su ciclo de vida como el apareamiento, parto, crianza, reposo y socialización. Sin embargo este lugar tan apreciado por los cetáceos, fue por muchos años un municipio en el cual sus habitantes no percibían las condiciones necesarias para criar a sus propios hijos.



“Nacimos en un territorio muy privilegiado, pero nunca nos enseñaron a amarlo, porque siempre nos dijeron que estar lejos del centro del país, estar en medio de la selva y el mar, era estar en desventaja. Siempre nos dijeron que éramos ciudadanos de tercera clase, que éramos pobres pues éramos un grupo de población negra e indígena que estábamos apartados e incomunicados. Ninguno de los mensajes daban crédito de que pudiéramos amar este sitio, por el contrario siempre el anhelo era salir de aquí, porque supuestamente seguir aquí, era estar en desventaja” Cuenta Josefina Klinger, quien a sus 25 años, salió de Nuquí con sus dos hijos, en busca de un turista que la llevara a trabajar como empleada del servicio doméstico a la capital colombiana.

Sin embargo después de enterarse que 42 de los 47 kilómetros que tienen de playa su municipio habían sido vendidos a inversionistas externos, para el desarrollo de emprendimientos turísticos,  reflexionó sobre la exuberancia de su tierra y su rol en la comunidad. Así Josefina decidió volver a Nuquí e inició un proceso que cambiaría la vida de muchos de sus coterráneos. “Entendí que el turismo es una excelente oportunidad para la comunidad, porque si está en manos de otros, funciona como una empresa, si les va bien se quedan, si no, se van; en cambio para nosotros es la apuesta de vida. Ahí están nuestras familias, están nuestros hijos, hay una identidad que conservar”.

Este pensamiento la impulsó a crear la Corporación Mano Cambiada, un organismo que basado en el cooperativismo y el respeto de los recursos naturales, fue integrando a la comunidad en torno al ecoturismo el cual, según Josefina, “es la estrategia empresarial más interesante porque mantiene los recursos naturales, los valora, juegas de anfitrión en tu casa, los muestras y además ganas plata”. Por otro lado alrededor del valor de la biodiversidad, se ha forjado un discurso de valoración del territorio, a través del cual los niños, niñas y jóvenes  han mejorado su sentido de pertenencia e identidad cultural.



Además cuenta Josefina que desde el 2010 hacen el Festival de la Migración, o de Viajeras sin Maletas, un evento que les permite generar mucha conciencia al interior de la comunidad y que vincula a toda la población alrededor de actividades pedagógicas y lúdicas que giran entorno a la importancia de respetar la pacha mama.

De esta manera El Festival de la Migración eleva el orgullo regional y al mismo tiempo atrae a turistas interesados en el  avistamiento de ballenas y la observación de aves y tortugas; confirmando así los beneficios que conlleva para las poblaciones rurales apuntar al conservacionismo y el cooperativismo para elevar sus niveles de bienestar, lo cual en el caso de Nuquí ha significado también garantizar el bienestar de animales tan valiosos para el equilibrio del ecosistema marino, como lo son las ballenas jorobadas.  


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