En medio
de un paisaje de abundancia natural, en el que la selva colombiana se funde con
el Océano Pacífico, los habitantes de Nuquí, Choco, encontraron en la
visita que anualmente les hacen especies como ballenas, delfines, tortugas y
aves, su principal oportunidad de crecimiento y una llave de acceso al tan
anhelado bienestar.
Este santuario natural de
fauna y flora, es un paraíso biodiverso escondido en medio de la espesa selva.
Desconocido por muchos y subvalorado por otros, Nuquí, es uno de los municipios
del occidente colombiano, que tienen el privilegio de albergar en sus costas a
ilustres visitantes como las ballenas jorobadas que viajan,
aproximadamente 8.500 kilómetros desde la Antártida, en busca de las
cálidas aguas del Pacífico, en las que llevan a cabo actividades básicas
para su ciclo de vida como el apareamiento, parto, crianza, reposo y
socialización. Sin embargo este lugar tan apreciado por los cetáceos, fue por
muchos años un municipio en el cual sus habitantes no percibían las
condiciones necesarias para criar a sus propios hijos.
“Nacimos en un territorio
muy privilegiado, pero nunca nos enseñaron a amarlo, porque siempre nos dijeron
que estar lejos del centro del país, estar en medio de la selva y el mar, era
estar en desventaja. Siempre nos dijeron que éramos ciudadanos de tercera
clase, que éramos pobres pues éramos un grupo de población negra e indígena que
estábamos apartados e incomunicados. Ninguno de los mensajes daban crédito de
que pudiéramos amar este sitio, por el contrario siempre el anhelo era salir de
aquí, porque supuestamente seguir aquí, era estar en desventaja” Cuenta
Josefina Klinger, quien a sus 25 años, salió de Nuquí con sus dos hijos, en
busca de un turista que la llevara a trabajar como empleada del servicio
doméstico a la capital colombiana.
Sin embargo después de
enterarse que 42 de los 47 kilómetros que tienen de playa su municipio habían
sido vendidos a inversionistas externos, para el desarrollo de emprendimientos
turísticos, reflexionó sobre la exuberancia de su tierra y su rol en la
comunidad. Así Josefina decidió volver a Nuquí e inició un proceso que
cambiaría la vida de muchos de sus coterráneos. “Entendí que el turismo es una
excelente oportunidad para la comunidad, porque si está en manos de otros,
funciona como una empresa, si les va bien se quedan, si no, se van; en cambio
para nosotros es la apuesta de vida. Ahí están nuestras familias, están
nuestros hijos, hay una identidad que conservar”.
Este pensamiento la
impulsó a crear la Corporación Mano Cambiada, un organismo que basado en el
cooperativismo y el respeto de los recursos naturales, fue integrando a la comunidad
en torno al ecoturismo el cual, según Josefina, “es la estrategia empresarial
más interesante porque mantiene los recursos naturales, los valora, juegas de
anfitrión en tu casa, los muestras y además ganas plata”. Por otro lado
alrededor del valor de la biodiversidad, se ha forjado un discurso de
valoración del territorio, a través del cual los niños, niñas y jóvenes
han mejorado su sentido de pertenencia e identidad cultural.
Además cuenta Josefina que
desde el 2010 hacen el Festival de la Migración, o de Viajeras sin Maletas, un
evento que les permite generar mucha conciencia al interior de la comunidad y
que vincula a toda la población alrededor de actividades pedagógicas y lúdicas
que giran entorno a la importancia de respetar la pacha mama.
De esta manera El Festival
de la Migración eleva el orgullo regional y al mismo tiempo atrae a turistas
interesados en el avistamiento de ballenas y la observación de aves y
tortugas; confirmando así los beneficios que conlleva para las poblaciones
rurales apuntar al conservacionismo y el cooperativismo para elevar sus niveles
de bienestar, lo cual en el caso de Nuquí ha significado también garantizar el
bienestar de animales tan valiosos para el equilibrio del ecosistema marino,
como lo son las ballenas jorobadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario